Persistía el olor a mariscos en el taller. Al entrar, el aroma rancio de los restos, caparazones, patitas trituradas con pinzas agresivas, invadió la pituitaria (con perdón) de los tres.
Las ventanas abiertas, el frío otoñal de Arganda, los saumerios de Siria y la buena voluntad del humo del Marlboro, apaciguaron el hedor de la bacanal del fin de semana, solo permanecía el perfume de la amistad.
María lo ha contado muy bien, gráfica y poéticamente para que con imaginación aparezca la envidia de los ausentes internautas y blogeros.
Hoy lunes de noviembre, frío, con nubes desgajadas sobre azules velazqueños, me dispongo a seguir.
Lunes de tedio. Veremos que ocurre. jlf.
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